Categoría: Psicología

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Control

¿Por qué se apagó la lámpara?

La protegí del viento con mi manto; por ello la lámpara se apagó.

¿Por qué se mustió la flor?

La estreché, inquieto y amoroso, contra mi corazón; por ello se mustió la flor.

¿Por qué se secó el río?

Construí un dique para que el agua sólo me sirviera a mí; por ello el río se secó.

¿Por qué se rompió la cuerda del arpa?

Quise dar una nota demasiado alta; por ello la cuerda del arpa se rompió.

 

-Rabindranath Tagore-

 

Quizá este poema del libro de Rabindranath Tagore «El Jardinero», tenga una lectura más radiante o esté escrito con otra intención pero me ha llevado a pensar,  cómo cuando a través de nuestros comportamientos sobreprotectores, celosos y exigentes que nos decimos que hacemos desde el amor, estamos intentando controlar al otro para protegernos  de nuestras propias inseguridades  y angustias. Llevándonos, sin quererlo, a romper y secar a esos otros que decimos amar.

Nuestras parejas, amigas, amigos, hijas, hijos, seres queridos, no pueden ser nuestros calmantes, no deben serlo. En ese caso nos quedaremos sin ellos porque acabaremos perdiendo su esencia y alegría y apagaremos la relación.

Es cierto que sentimos que necesitamos imperiosamente que el otro nos calme porque hay algo que nos duele profundamente; si esa otra persona nos lo puede ofrecer libremente porque nos (re)conoce, nos quiere y sabe de nuestras dificultades tanto mejor, pero sería importante que trabajáramos en nosotrxs mismos a través de una terapia, para no tener que exigir, que controlar, que sofocar. Tal vez y mientras vayamos sanando a través del proceso terapéutico, podamos intentar hacer peticiones menos exigentes y agresivas, menos controladoras en resumen. Y si a pesar de todo, aquel otro se nos hace tan insoportable,  podemos dejar la relación.

El otro tiene una existencia propia, no es un objeto que me tiene que dar lo que yo necesito. Como le amo me permito que sea lo que tenga que ser, no está a mi servicio. Probablemente no seamos conscientes de ello porque si lo fuéramos nos dolería enormemente lo que estamos en gran parte provocando, pero el control interpersonal sólo reseca al otro mientras está a mi lado que seguro que es lo que no quiero.

Cuando logre ayudarme a través de una buena/ buen profesional, veré que puedo tolerar e incluso aceptar que el otro no cubra mis necesidades ni mis carencias. Y probablemente el amor que logre sea más  verdadero.

 

 

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Kintsugi: la reparación que da más valor a la pieza

Nos cuenta la Wikipedia que el Kintsugi («carpintería de oro») nace en Japón allá por el siglo XV como una técnica para reparar piezas de cerámica mezclando resinas con polvo de oro y plata y añadiéndolas en la grieta que señala la rotura. Era tan apreciado el resultado final, que algunos objetos incluso se llegaban a romper  a propósito para que fueran reparados de esta manera.

Pero la pieza no era simplemente reparada o restaurada, sino que con el oro o la plata, llegaba a cobrar incluso más valor.

Así somos los seres humanos.

Entidades valiosas cuyas roturas nos hacen más preciosos, únicos. Allí donde ha habido una ruptura, donde nos hemos topado con el Dolor mayúsculo, es lugar, donde cual artesanos de Kintsugi, podemos recubrir la fractura de amor y de valor y emerger con morfología distinta, pero igualmente hermosa. El Kintsugi es el arte de dar valor a la ruptura, delimitar los fragmentos, decirnos, -¡eh!, aquí te sucedió algo que te rompió, pero eso es bello y te hace un ser único, puedes cuidarlo y apreciarlo porque te constituye ahora y te hace ser TÚ.

 

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¿Qué cambios puedo esperar cuando llevo un tiempo en terapia?

Carl Rogers (1978) en el capítulo  7  del libro «la Educación y la personalidad del niño», nos habla de la dirección  que toman los valores de los sujetos que deciden adentrarse en la aventura de un proceso terapéutico. Según este autor, uno de los máximos exponentes de la Psicología centrada en la persona y humanista y con una amplia experiencia clínica, lo que sucedía al cabo de un tiempo con sus clientes era lo siguiente:

Tendían a alejarse de las apariencias. La simulación, la defensividad y el enmascaramiento eran en general valorados negativamente.

Se alejaban de los «debería». El cliente se alejaba de ser lo que «debería ser», sin importar quién hubiera establecido el imperativo.

Tendían a apartarse de dar satisfacción a las expectativas de los demás. El complacer a los demás, como objetivo en sí, es objeto de una valoración negativa.

Se otorgaba un valor positivo a ser real. El paciente mostraba tendencia a ser cada vez más él mismo, a ser sus sentimientos reales, a ser lo que es. Esta parece ser una preferencia profunda.

La dirección hacia uno mismo recibe una valoración positiva. El paciente descubre una creciente confianza y orgullo de sí mismo al hacer sus propias elecciones, al conducir su propia vida.

Un valor positivo al sí mismo y a los propios sentimientos. Desde el anterior considerarse a sí mismo con desprecio y desesperación pasan a valorarse y a valorar sus reacciones.

-Valoran positivamente el hecho de ser un proceso. Los pacientes, que antes deseaban objetivos fijos, llegan a preferir la excitación que surge de ser un proceso de potencialidades nacientes.

Se valora positivamente la sensibilidad hacia los demás y su aceptación. El paciente llega a apreciar a los demás por lo que son, del mismo modo en que ha llegado a apreciarse a sí mismo por lo que es.

Los clientes otorgan un valor positivo a las relaciones profundas. El hecho de lograr una relación estrecha, íntima, real, de comunicación plena con otra persona, parece cubrir una necesidad profunda de todo individuo y se le asigna un valor muy alto.

-El paciente llega a dar valor a la apertura hacia toda experiencia interna y externa. Permanecer abierto y sensible a sus propias reacciones y sentimientos internos, a las reacciones y sentimientos de los demás y a las realidades del mundo objetivo, es sin duda, la dirección que se prefiere. Esta apertura se convierte en el recurso que el paciente más valora.

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Corrientes psicológicas (I)

Hoy os voy a indicar algunas de las corrientes psicológicas más comunes que podemos encontrar en el amplio abanico de la psicoterapia o de la psicología clínica. Si bien se han detectado aproximadamente unas tres mil diferentes, sólo haré mención a las más conocidas y practicadas.

Esta clasificación en base a criterios racionalistas/emocionales obedece a mi propia organización, están extraídos de mi experiencia y de mi formación. Otros psicólogos pueden no compartirlos. Sin duda se trata de una simplificación que obedece más a criterios didácticos, ya que a algunas personas les pueden ser de utilidad otras terapias más allá de las que aquí se mencionan o de las que menciono como más adecuadas para ellas.

Por último, hoy en día, las corrientes psicoterapéuticas tienden a integrarse, cuando no a complementarse y a recoger de las demás lo que es más beneficioso para el paciente en función de si mismo y no tanto de la técnica.

Al ser cada uno de nosotros diferentes y tener unas características y no otras, las ayudas que busquemos y que sean útiles para nosotros, serán también diferentes.

A grosso modo, podemos distinguir las terapias más racionalistas, que usan el aprendizaje o la palabra y priman el cerebro consciente o inconsciente frente al cuerpo, éstas serían:
El cognitivo-conductualismo
El psicoanálisis, los psicodinámicos y los intersubjetivistas, en mucha menor medida
 

TERAPIAS RACIONALISTAS

Tanto los cognitivo-conductuales como los psicoanalistas tienen un gran bagaje cientificista, basado en la observación, la descripción y en el caso del cognitivo-conductualismo, la experimentación en laboratorio y en base a criterios estadísticos .

COGNITIVO-CONDUCTUALISMO:

Es una  corriente basada en la conjunción del conductualismo y del cognitivismo: El Conductualismo nos indica que los problemas psicopatológicos son conductas desadaptativas fruto de un aprendizaje a través de la biografía del individuo, y que está condicionado a determinados estímulos. Su método se basa en  adquirir nuevos aprendizajes no desadaptativos.
El cognitivismo: Los modelos cognitivos se basan en el estudio de los procesos mentales.
Los modelos cognitivos trabajan con las llamadas experiencias inusuales, es decir las que no tienen el resto de sujetos en condiciones parecidas. Interesa observar tanto la forma en la que se elaboran estos procesos mentales (toma de decisiones, recuerdos, juicios…), como sus contenidos, todo ello a través de la evidencia.

De la unión de ambas surge el cognitivo-conductualismo, corriente que ha sido ampliamente aplicada en España en las últimas décadas, enseñada en Universidades como la Universidad Complutense y es el enfoque que adoptan algunos colegios de profesionales de la psicología. Es eficaz para eliminar fobias simples, o en marcos de terapia grupal para conductas adictivas y de trastornos alimenticios. Un ejemplo paradigmático de este tipo de terapia, serían los autorregistros, la desensibilización sistemática, la inundación…
La ventaja de este enfoque es que efectivamente se percató de que las conductas inadaptadas podían volver a adaptarse o a aprenderse. Esto es muy importante, dado que no estamos condicionados ni predeterminados a nuestras maneras de comportarnos. La desventaja fundamental es que deja de lado «todo lo humano» y por tanto lo simbólico que también influye en lo emocional, así pues dejaría de lado el sentido de la experiencia subjetiva, la relación con el terapeuta, el cuerpo y la manifestación del malestar a través de él o el inconsciente.

PSICOANÁLISIS:

El psicoanálisis ha sido una corriente muy controvertida en nuestro país. Numerosos psicoanalistas españoles debieron emigrar a otros países durante el régimen franquista. Curiosamente, fue en España donde se publicó por primera vez una obra de Freud.
El psicoanálisis se basa en la revisión de la biografía del individuo, más que en su sintomatología. Según esta corriente, los síntomas son conflictos inconscientes que pugnan por emerger a la conciencia. El método psicoanalítico consiste, esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías, delirios) de un individuo, en el marco de su biografía que es desde donde estos conflictos se producen. Un principio fundamental del psicoanálisis es la neutralidad, el terapeuta no debe dirigir la cura, no juzgar, ni reacomodar los síntomas a lo moralmente aceptable por la sociedad, tampoco aconseja. Otra de las peculiaridades del psicoanálisis es la abstinencia del terapeuta, que no debe realizar aquellas necesidades que el paciente desea que éste cumpla como sería por ejemplo hacer una valoración positiva cuando el paciente la necesita, porque los impulsos neuróticos no entrarían en la vía de la cura psicoanalítica, sino en una nueva conducta sustitutiva.
El ejemplo más paradigmático de una terapia psicoanalítica ortodoxa sería la imagen de un paciente tumbado en un diván y un terapeuta no interventor que practica fundamentalmente la escucha.
Esta corriente, de extenso corpus teórico, ha conducido a la generación de numerosas escuelas de “psicología profunda” o de corrientes psicodinámicas, incluso ha influido notoriamente en las corrientes humanistas.
El psicoanálisis ha resultado de mucha utilidad en el tratamiento de pacientes con tendencias paranoides, pacientes grandiosos (los que se lo tienen «muy creído» en lo evidente, no así en lo profundo), pacientes con muy bajo nivel de introspección y capacidad de simbolización como los pacientes actuadores, pacientes que sufren de ansiedad generalizada, personas cuyas relaciones parentales han sido especialmente conflictivas… En general, suele aumentar el sentido de la autoconsciencia y por ende, mejora las relaciones interpersonales se toma consciencia de nuestros mecanismos de defensa para no conectar con el malestar emocional. Aunque el psicoanálisis ortodoxo no es muy indicado para pacientes con trastornos del apego (del vínculo) y narcisistas por déficit (con baja autoestima), estos tipos de pacientes, recibirán más ayuda con el psicoanálisis no ortodoxo, Winnicott, o los psicodinámicos de la psicología del self: Kohut.

Actualmente, el psicoanálisis puro u ortodoxo es menos practicado, siendo sustituido por las corrientes más integrativas, los psicodinámicos y derivado de ellos, los intersubjetivistas, en donde puede haber o no diván y donde el terapeuta interviene de una manera más activa y más relacional, absteniéndose menos y dejando emerger más su «persona» que se considera que influye y está influida por el paciente, pero ya hablaré de ellas en el segundo post: (Corrientes Psicológicas II)

TERAPIAS «EMOCIONALES»

HUMANISMO:

El Humanismo no tiene vocación de producción teórica. Fundamentalmente ha bebido del psicoanálisis pero para separarse de él. El Humanismo aúna los pensamientos filosóficos de autores como Sócrates, Kierkegaard, los existencialistas y el pensamiento humanista de la postmodernidad. Se pone el acento en la libertad de decisión, la búsqueda de sentido, la experiencia inmediata y la personalidad como un proceso en desarrollo. A través de las corrientes humanistas se pretende lograr la autorrealización del ser humano, que es intrínseca a su naturaleza, confiando en la forma en que las cosas ocurren, se evita que las personas se controlen o controlen el entorno. Se hace énfasis en los aspectos positivos y únicos de cada persona, fomentando la creatividad y el juego. Se pretende aumentar la autoconciencia, trascendiendo el «ego», o aquéllo con lo que nos identificamos que somos, pero que no somos únicamente.  Cultivo de lo emocional, lo intuitivo, lo contemplativo. Unión de la mente y el cuerpo, tradicionalmente escindidos, porque el cuerpo es una fuente válida de mensajes de nuestros deseos, carencias; lo que somos, hacemos y sentimos. Y valoración y reconocimiento el «otro» en cuanto tal.

Algunos ejemplos de terapias humanistas serían: La psicología gestáltica, el psicodrama, la terapia bioenergética, los rogerianos (por Carl Rogers), la logoterapia (Victor Frankl)…en ellas se hace énfasis en el sentir, en la empatía, en la lectura de los mensajes del cuerpo y en el reconocimiento del otro. El ser humano se contempla como una caja de resonancia emocional que puede ayudar al otro, estando implicado con él. Estas terapias son útiles para incrementar la empatía, sobretodo hacia uno mismo, eliminando el autojuicio y en el marco de las terapias grupales, incrementa el sentido de universalidad, de no estar solo con sus problemas. También se trabaja mucho con el juego y la creatividad. El ser humano tiende a la autoactualización natural y por tanto, a la mejora natural, digamos que está menos centrada en la parte enferma del ser, y mucho más en la potencia, en la posibilidad de ser. La logoterapia, o terapia del sentido, resulta eficaz en padeceres crónicos (depresiones, enfermedades crónicas, etc), o de mayor dificultad de superación, como el trastorno límite de personalidad.

Dentro de las corrientes humanistas, dada su popularidad, haré especial mención al Coaching, que reúne algunas de las ideas más importantes de estas terapias para fundamentalmente encaminar al cliente al logro de resultados. El coaching, no es necesariamente practicado por psicólogos, puesto que en principio su enfoque no es «tratar trastornos». En el coaching no importa el por qué sino el cómo lograr los objetivos deseados (y ayudar a reconocerlos), desde una posición metodológica en donde el coach no influencia a través de su opinión, su diagnóstico o mucho menos su juicio, sino que ayuda al cliente a lograr sus respuestas a través del método socrático de hacer preguntas. El coaching se diferencia del mentoring, de la consultoría y de la terapia, de esta última, fundamentalmente en que en el coaching los procesos sobre los que se trabaja son conscientes para el cliente. No se revela ni se trabaja sobre el inconsciente. El método del coaching es útil para aquellas personas que se encuentran de antemano en una posición de responsabilidad ante su cambio, pues van a ser las que lo lideren, pero aquellas otras que por sus circunstancias actuales necesiten más apoyo, consuelo o que estén en un momento más depresivo, quizá deben pasar previamente por un proceso terapéutico.

 

 

Caminos

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Análisis terminable (o interminable)

La terapia es como un proceso de producción artesanal: laboriosa, delicada, centrada específicamente en el paciente y con un ritmo singular, que es el ritmo del paciente, pero siempre en el marco del setting psicoterapéutico, esto es, de las sesiones marcadas por el modelo junto a las necesidades de lo que el profesional entiende para el paciente.

El título de este post parafrasea, con alguna licencia, el epígrafe de Freud llamado “análisis terminable e interminable” (1914); en él se interrogaba si el inconsciente (objetivo mayor del análisis en aquella época), habría resurgido por completo al término del mismo o quedarían todavía algunos residuos por analizar.
El caso es que sea como fuere, cuando uno comienza la psicoterapia, en un plazo relativamente corto de tiempo percibe cambios. Lo que sucede es que suelen ser cambios menos nucleares de nuestro yo.

El psicoterapeuta intenta como uno de sus objetivos primordiales, que la persona logre crear actuaciones diferentes en su ambiente que le puedan aportar nuevas memorias que compitan con memorias dañinas. Sin embargo, llegamos a un punto del proceso analítico en donde aparece el estancamiento, o la sensación de que el avance es mucho menor. Ésta es una de las trabas importantes de la terapia. UNA PUESTA A PRUEBA de nosotros: terapeutas y pacientes. Aquí hemos dado posiblemente con un muro maestro, un aspecto nuclear del conflicto personal. En este punto, nadie puede decir cuánto se tardará en “hacer la obra de ese muro”, es decir, de desmenuzar ese potente conflicto instigador de la neurosis o del malestar. Aquí es cuando se hacen fundamentales dos cosas: por parte del terapeuta el haber sido capaces de crear una buena alianza de trabajo con el paciente, y por parte de ambos, tener confianza en la recuperación.

El terapeuta, si no es un ejecutor maquinal de la terapia, puede creer y esforzarse por el paciente, pero ADEMÁS EL PACIENTE debe REALIZAR UN ESFUERZO. El esfuerzo consiste en la perseverancia, en acudir a las sesiones a las que se le cita. Esto es así porque es importante trabajar para la reformulación de nuestros núcleos más duros. Una sesión semanal, que por término general es lo que se suele dar, no es en proporción mucho. Pensemos que un día tiene veinticuatro horas y una semana unas cuantas más. Dedicarle una hora a la semana al proceso de recuperación, es necesario y no suficiente. Y habrá que hacerlo durante el tiempo que uno necesite. Ésta es la única manera hoy por hoy, de lograr la transformación profunda y el bienestar. En un futuro, quién sabe si no se inventará algún elemento más rápido y eficaz, tipo intervención quirúrgica o farmacológica. Pero hoy en día, esto no existe o no es eficiente (terapia farmacológica únicamente).

Sería interesante si uno con honestidad se pudiera preguntar: ¿estoy dispuesto a hacer un esfuerzo? ¿a perseverar en el tratamiento, dure lo que dure? La duración del tratamiento estará en función de que se asista o no al mismo y de que el paciente pueda integrar lo que va sucediendo en ella.

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Recuperación

Recuperación es un término en constante redefinición y polémicas. Pero a parte de los diferentes significados que tenga, me gustaría centrarme en sus implicaciones.

La recuperación es recuperarse. ¡Claro!- pensaréis. Bien, pero ¿cómo se recuperan las personas que tienen diferentes grados de sufrimiento emocional?
La recuperación ha surgido en la literatura científica a raíz del testimonio de las propias personas diagnosticadas con enfermedades mentales graves como puede ser la esquizofrenia, que exponían sus experiencias de éxito.

La recuperación, entendida por los propios actores implicados en ella, supone:
-remisión de los síntomas
-actividad laboral
-vida independiente
-relaciones sociales
-cumplimiento de sueños y deseos.

En los estudios, tanto cualitativos, como cuantitativos, con muestras de muchas personas (hasta 289 pacientes), con padecimiento emocional y cognitivo grave, se ha descrito un porcentaje en el que dos de cada tres de ellas se recupera, incluso a lo largo del tiempo. ASÍ, LA RECUPERACIÓN ES POSIBLE.
Por supuesto, esta expectativa tan buena puede aplicarse con personas con un padecimiento emocional más leve.
¿Qué se necesita para la recuperación?
Pues todas las investigaciones apuntan a varias cuestiones, éstas son:
-la persona se tiene que implicar en la propia recuperación:
Una de las maneras es que elija ella el tratamiento farmacológico. ¿Cómo?-sí, eso habéis leído. En los servicios en donde se informa de los medicamentos, sus efectos adversos, y positivos, las variedades, las dosis etc. como si fuera una carta de medicamentos,el paciente informado, consensúa lo que quiere y cómo lo quiere administrar, regulándolo en función de cómo se siente. En España se ha tendido a cronificar la dispensa de medicamentos para el padecimiento mental grave, aún cuando a lo mejor no hacía falta y no se explica al paciente los efectos de las tomas, la irrupción de los mismos (efectos como el «mono» en la drogadicción).
Otra manera de que la persona se implique es mediante la elección de sus actividades de participación en la comunidad, o en la elección de trabajos a los que pueda y quiera acceder.
El mantenimiento en la esperanza de la recuperación. Tanto los profesionales, como los usuarios y pacientes de los diferentes servicios terapéuticos, deben creer en la recuperación. ¡Con una sola persona significativa que crea y apoye tu recuperación es suficiente para poder mantener esa esperanza!
-La persona no es sólo el conjunto de sus síntomas. Tanto si recibe ayuda profesional como si no, es fundamental que analice los puntos fuertes y futuras potencialidades y no sólo los débiles que muchas veces constituyen sus síntomas. Y, esto enlaza con el punto anterior, creer en los primeros y fomentarlos.
Lograr la potenciación en la implicación con la comunidad y en los aspectos valorados por la sociedad como lo pueden ser el trabajo, tener hijos…
Promover los valores de la psicología positiva, esto es: autocontrol, autoestima, crecimiento, logros personales y éxito en las funciones valoradas, a veces nos ponemos trabas psicológicas para impedir hacer cosas que pudieran incrementar nuestra autoestima)
Las narrativas personales que influyen también en la creación de la identidad, una identidad que será estigmatizada o fortalecida (en relación al punto anterior) si no encontramos la manera de ayudarnos.

En conclusión, iniciar un proceso de recuperación de padecimientos graves o leves, implica que nos conozcamos como personas (en lo bueno y en lo malo), que creamos en que es posible recuperarse, que nos impliquemos en el tratamiento y nos informemos del mismo, participemos en la sociedad y en la comunidad de la manera en que queramos, que fomentemos el desarrollo de nuestras potencialidades (todos las tenemos), y que creamos que es posible lograr nuestros DESEOS Y SUEÑOS, o al menos una parte de ellos.

¡ELIGE LA RECUPERACIÓN COMO CAMINO DE VIDA!

l-sollazzi-the-balloon-seller MÁS GLOBOS

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¿Sano o Enfermo?

¿Has mirado bien lo que está allí afuera?
Un mundo que nos sorprende en cada momento con contradicciones gigantescas, un mundo desigual, injusto, muchas veces violento. Un mundo sucio y prepotente, un mundo de dominantes y dominados…
Es éste un mundo ¿sano o enfermo?
¿Qué hay de muchas de esas personas poderosas, ricas, tan exitosas que permiten y contribuyen a estrujar el mundo, consumiendo a los hombres y la tierra hasta que nos quedemos sin ella? ¿Son sanas o enfermas?
Entonces ¿por qué te importa tanto estar enfermo?, ¡si el mundo de alrededor es una completa locura!
Necesitamos urgentemente locos, diría el nóbel de literatura Darío Fo, preciosa frase que escuché ayer en el instituto de Ágora Relacional y que aparece en una entrevista del autor a un diario español.
Padecer, en cierta medida es saludable, lo contrario es indiferencia, psicopatía, maquillaje.
Enfermar es padecer el conflicto entre desear ser amado y crear y lo que te hace sufrir.

Enfermar, es tan sólo buscar el amor desesperadamente.

1951.-La-Danza[1]

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