01/08/2014
Label
De sobra es conocido que en nuestras vidas estamos en contacto con muchas etiquetas (label): «inmigrante», «mujer maltratada», «las modelos», «los catalanes», los «esquizofrénicos», «la clase obrera» «los pacientes con cáncer»…
Las etiquetas surgen de nosotros al menor descuido, podemos dotarlas de sentimientos negativos (prejuicios) o neutros, como los estereotipos, su origen está altamente imbuido de la cultura en la que vivimos y en cómo la incorporamos en nosotros. Una vez dentro, las categorías o etiquetas se añaden a nuestros miedos y experiencias personales. Pero por otro lado también nos ayudan de manera rápida a conocer el mundo, a clasificarlo, como un mecanismo frecuente de nuestro cerebro para aprehenderlo y que forma parte de ciertos procesos de percepción como menciona la Gestalt…
Son típicas en nuestra cotidianeidad las retóricas anti-etiquetas, no hablemos de los prejuicios y estereotipos que son vistos (casi) siempre con rechazo…parece que las categorías estigmatizan…
Pero planteemonos la «cara B» de nuestras protagonistas y añadamos un matiz: gracias a las etiquetas algunas personas han conseguido visibilizar socialmente unas vivencias particulares, a menudo dolorosas, que finalmente la sociedad ha acabado aceptando y, en ocasiones, incluyendo en políticas del bienestar. Pongamos unos cuantos ejemplos:
1-la mujer-hombre-niña-niño maltratados
2-la anorexia
3-los refugiados
4-los discapacitados
5-los inmigrantes
6-los transexuales
7-los niños disléxicos,
y tantos más
Voy a coger solamente el primero de ellos: las mujeres-niñas-hombres maltratados. Es una etiqueta, una manera de agrupar unas características arbitrarias en un conjunto. Evidentemente todos ellos han sufrido maltrato, esto es muy real y no quiero decir lo contrario, pero el categorizarlos a nivel administrativo como hombres/mujeres maltratados y que por tanto puedan formar parte de los dispositivos de las instituciones penales o programas sociales, es una asignación.
¿Por qué algunas particularidades reciben una etiqueta social y por tanto la atención, el interés y la condescendencia públicas? A veces, ya menos, incluso ayudas de la Administración. ¿Y en cambio otras no lo hacen?.
Las/os discapacitados es otro ejemplo, primero se les reconoce, se les incluye en la categoría de discapacitados y se les ofrecen determinadas ayudas o beneficios sociales, becas, bajada en el IRPF para sus tutores, párkings. Además, para ir más lejos, una vez reconocidos como discapacitados se les intenta cambiar el nombre porque es demasiado estigmatizante y se les comienza a denominar personas con diversidad funcional. Pero lo importante no es el nombre que adopten, sino el hecho de que se les haya agrupado en una categoría, una etiqueta. Que en ocasiones también ofrece un reconocimiento social, público y ayudas.
Las categorías además otorgan un sentimiento de identidad y de pertenencia, de un «no ser el único», que provoca cierto alivio y dan un nombre a un padecimiento que de otra forma se viviría como algo incomprensible y aún más doloroso todavía..
También orientan hacia la búsqueda de ayuda.
Sigamos…hay personas que han sufrido maltrato psicológico, que no físico, crónico por parte de sus progenitores desde muy temprana edad, un maltrato muy lejos de la intencionalidad de éstos, más bien debido a una falta de capacidad, donde el uso de la agresión verbal y el castigo, el cuestionamiento, la crítica y la escasez de afecto son constantes. El niño como objeto de la ira recurrente de unos padres también con problemas. El niño no cuidado, no atendido y no apoyado emocionalmente. No bien querido, en resumen. Aunque no presenta síntomas de violencia física, ni le falta ningún miembro o tiene un funcionamiento cognitivo aparentemente «normal». Un niño que puede tener juguetes e ir a clases de piano. Sin embargo, sufre mucho dolor, ansiedad, timidez, a veces, un niño con «baja autoestima» como se suele decir y seguramente con problemas relacionales…este niño/a crece con sufrimiento, es un dolor interno, del alma, un dolor invisible, constante. Probablemente será rechazado por los demás porque no ha podido construir bien su yo en un contexto inmediato de inseguridad afectiva y que es incapaz de vivir una vida satisfactoria.
Cierto es, que hasta que el niño se torna consciente de su situación pasa el tiempo, años incluso y es entonces cuando puede comenzar a solicitar ayuda. Pero ¿por qué llegar hasta ese momento? ¿si a estos niños se les pudiera detectar en las escuelas, a través de la agrupación de las características anteriormente mencionadas: ansiedad, timidez, problemas relacionales y les asignáramos una etiqueta social como por ejemplo: niños con déficit de afecto parental para poder ayudarles? ¿podríamos conseguir que por lo menos hubiera una mayor comprensión por parte de los demás, de la sociedad y que sufrieran más apoyo a lo largo de sus vidas? ¿les ayudaría esto a no sentirse solos en su malestar? ¿podrían lograr convertirse en adultos felices?
¿o en cambio esto sería estigmatizante?
Me cabe la duda.